Tom Hardy ofrece su interpretación más matizada hasta la fecha como Eddie, quien ahora vive fuera de la red con Venom tras ser perseguido por gobiernos y corporaciones. Su frágil paz se hace añicos cuando surge una amenaza sobrenatural: un mortífero señor de la guerra Klyntar conocido como Knull (interpretado con una gravedad escalofriante por Javier Bardem), decidido a consumir la Tierra y reclamar a Venom como parte de su ejército cósmico.

La historia se desarrolla como una road movie de fugitivos con un apocalipsis monstruoso. Eddie y Venom corren por un mundo en colapso, esquivando ataques militares, ciudades infectadas por simbiontes y a una implacable cazarrecompensas (Charlize Theron) con su propio vínculo alienígena. En el camino, se ven obligados a confrontar las verdades más profundas sobre su vínculo, y si se han estado utilizando mutuamente para sobrevivir o para algo más cercano al amor.

Las escenas de acción son asombrosas: un asedio simbionte en el puente Golden Gate, una persecución a toda velocidad por el desierto donde Venom se convierte en parte del propio coche, y un enfrentamiento sobrenatural en el tercer acto dentro de una catedral viviente llena de zarcillos. Serkis escenifica cada pelea con peso y escala, haciendo que las batallas simbiontes se sientan como enfrentamientos de superhéroes y puro horror corporal.

Las bromas de Hardy con Venom son de una agudeza incisiva, mezclando momentos de risa a carcajadas con emociones impactantes. El Knull de Bardem es un villano excepcional: aterrador, carismático y completamente alienígena.

Para cuando llega la escena final —un momento agridulce e inquietante que se mantiene fiel a ambos personajes—, Venom: El Último Baile se ha ganado su lugar como una de las trilogías de cómics más audaces de los últimos años. Es caótica, extraña, conmovedora y absolutamente inolvidable… al igual que su antihéroe.