Young Hearts (2024)

September 23, 2025

Young Hearts es una película de coming-of-age dirigida por Anthony Schatteman en la que se narra la historia de Elias, un chico de 14 años que vive en la Bélgica rural, y su despertar ante emociones que hasta entonces le resultaban desconocidas. Elias lleva una vida aparentemente tranquila: unos padres presentes, una hermana mayor, y una familiaridad con el mundo que parece segura, incluso algo predecible. Sin embargo, la llegada de Alexander, un nuevo vecino también de 14 años procedente de Bruselas, sacude poco a poco ese equilibrio. Alexander, con una seguridad sobre sí mismo distinta, sin rodeos ni falsos velos, comienza a abrir puertas en el corazón de Elias que estaban cerradas por miedo y confusión.

Desde que Alexander entra en la vida de Elias, la película presta mucha atención a los detalles pequeños que hacen grande la transformación personal. Ciclos de bicicleta por caminos de tierra, tardes relajadas, momentos al borde del río, juegos infantiles que se convierten en instantes decisivos, miradas que al principio son confusas, luego son profundas. Schatteman deja espacio para que el espectador sienta cada duda, cada latido, cada emoción que surge cuando no se sabe aún cómo nombrar lo que uno siente. Esa lentitud, esa pausa contemplativa en escenas sencillas, ofrece una autenticidad pocas veces lograda en historias de primer amor.

Pero la historia no se queda sólo en la belleza del descubrimiento: también enfrenta tensiones reales. Elias siente la presión social —tanto en la escuela como en su entorno familiar— de cumplir con expectativas: tener novia, mostrar lo que se espera de un “chico normal”. También está su miedo a lo desconocido, a lo que dirán, al rechazo. Alexander, aunque más abierto, también debe sortear prejuicios, burlas, silencios incómodos. Elias comienza engañando a los demás —a veces a sí mismo—, tratando de encajar, de ponerse máscaras que parecen seguras, pero que le pesan con el paso de los días. Esa lucha interna es el motor emocional de la película.

Uno de los méritos más fuertes del filme es la interpretación de sus jóvenes protagonistas. Lou Goossens, como Elias, consigue transmitir con pequeños gestos, miradas y silencios lo que no puede decir en palabras: la confusión, la ternura, el dolor leve de sentirse distinto. Marius De Saeger, como Alexander, aporta esa confianza que lo vuelve faro para Elias, sin imponerse, simplemente estando allí. El director los acompaña con una cámara paciente, que no fuerza lágrimas ni grandes explosiones, sino que se fija en lo cotidiano: cómo cambia la luz, cómo se mueve el viento, cómo se siente el silencio. Esa sensibilidad eleva la película más allá de la historia común de primer amor.

Quizás uno de los puntos menos contundentes sea que Young Hearts no construye grandes giros dramáticos ni confrontaciones explosivas; no hay villanos evidentes ni escenas de gran impacto escénico. Algunos podrían decir que la historia es predecible, que su final tiende hacia lo esperable, y que la suavidad del tono resta algo de tensión o de ambigüedad que podrían haber logrado una dimensión más áspera. Pero al mismo tiempo, esa suavidad puede ser una virtud: permite que la película respire, que el espectador entre en la intimidad de Elias sin sentir que lo manipulan emocionalmente.

En conclusión, Young Hearts es una obra delicada y necesaria. No pretende revolucionar los grandes arquetipos del cine, pero ofrece algo más escaso y precioso: honestidad emocional, sensibilidad ante el dolor del crecimiento, y la pequeña valentía que hace falta para reconocerse a uno mismo. Para quienes han vivido el primer amor, sea cual sea su forma, esta película actúa como espejo y recordatorio de que sentirse diferente, sentir duda, es parte del camino. Y para quienes aún no, puede servir de puente, de consuelo, de inspiración. Al salir del cine, uno no solo recuerda escenas bonitas, sino la sensación de querer ser fiel a lo que uno siente, aun cuando dé miedo.